viernes, 1 de julio de 2011

La historia es de todos

Desde hace un largo tiempo, hay quienes han decidido apropiarse de la historia, a veces para reescribirlas, pero siempre para hacerla jugar como un elemento que justifica las actitudes que tienen en la actualidad. La década del 70 ha sido una etapa negra de nuestra historia. Fue la etapa donde se institucionalizó la violencia, donde los pequeños focos terroristas motorizados desde el peronismo para crear turbulencias que facilitaran el regreso de Perón, terminaron convirtiéndose en organizaciones prohijadas desde el Estado, para luego pasar a la clandestinidad y arrastrar en su suerte a multitud de personas que no participaban de esa metodología, y convertir el país en un gigantesco campo de concentración. La dictadura iniciada en 1976 nos afectó a todos, pero no todos la sobrellevamos de la misma manera. Muchos, como en mi caso, continuamos con nuestras tareas habituales: trabajo, estudio, y soportando la violencia de derecha e izquierda. No sabiendo si cada vez que salíamos de nuestras casas íbamos a volver, y sin saber tampoco si los responsables de que termináramos cuerpo a tierra en alguna vereda apuntados con una Itaka, todas las noches, eran las fuerzas regulares del gobierno, o las irregulares de la subversión. Yo me había afiliado al radicalismo en 1974 y no estaba militando activamente cuando se produjo el golpe. Estaba en la facultad y seguí mis estudios, sin participar en política. Soporté la invasión de docentes sin ninguna virtud, mas que la militancia, de la mano de Rodolfo Puigrós. Después el regreso de la mano dura y la represión de la mano de Oscar Ivanissevich, antesala del gobierno militar que vendría. Otros, si participaban en política con el riesgo que eso significaba. Recuerdo en mi partido a un sobrino del Presidente Illia, a Federico Storani, al Changui Cáceres o a Anibal Reinaldo. Otros, en cambio, se encerraron en su cápsula y se dedicaron a enriquecerse y asegurarse el futuro, lo cual no es en sí una actitud condenable. Todos necesitamos vivir, y nadie tiene la obligación de ser héroe. Algunos, lamentablemente aprovecharon las ventajas que brindaba el proceso militar. Otros, tomaron una abierta actitud de oposición a la dictadura, pagando en muchos casos con sus vidas esa decisión, inclusive cuando esa oposición no era violenta sino dialéctica. Ni siquiera hablamos de militantes comprometidos con la subversión. Muchos abogados fueron asesinados o desaparecidos por el simple hecho de haber presentado un habeas corpus por algún detenido. Abogados peronistas que defendían a sus compañeros, pero también muchos radicales que asumían esa defensa porque entendían que era lo que tenían que hacer. Para lo que habían estudiado. Otros, en fin, los menos, enfrentaron a la dictadura pacíficamente, reclamando por el respeto a los derechos humanos. Algunos en defensa de familiares asesinados y desaparecidos, otros porque eran los principios en los que creían. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo entran en el primer grupo. Perez Esquivel y Alfonsín son ejemplos del segundo. En definitiva, el proceso militar nos marcó a todos. Y nadie puede adjudicarse ser el artífice de haber salido de esa etapa negra. Los organismos de derechos humanos tuvieron una activa participación en esa época. Uno de mis compañeros de la facultad fue quien llevó a la cárcel a los dictadores, a través de una organización de defensa de los derechos humanos. Hoy, en plena inseguridad, el ciudadano común se queja de que a los delincuentes se les respetan los derechos humanos, mientras que éstos no respetan los derechos básicos de ningún ciudadano, que puede perder la vida por un celular, una bicicleta, o un par de zapatillas. Y es necesario que hagamos algunas aclaraciones. Los delincuentes comunes deben ser juzgados y castigados por el Derecho Penal, correctamente aplicado, por una justicia que funcione, con cárceles apropiadas para su reeducación. Cuando, en cambio, es el Estado a través del gobierno el que avasalla los derechos de los ciudadanos, es cuando se hace necesario la existencia de organismos de defensa de los derechos humanos. Dicho de otra forma: El único que puede lesionar los derechos humanos es el gobierno que administra el Estado. ¿ Se entiende la gravedad de esta afirmación? La siguiente pregunta es de manual: Si el único que puede lesionar los derechos humanos es el gobierno de turno, ¿ Puede un organismo de Derechos Humanos ser oficialista? Esta es una contradicción que sabíamos que iba a tener un costo. Cuando el gobierno se viera envuelto en algún escándalo de violación de derechos humanos, las organizaciones coptadas no iban a poder opinar. Lo vimos con el asesinato de habitantes originarios en el Chaco, la protesta de ciudadanos bolivianos en Plaza de Mayo, por el gatillo fácil aplicado por la policía a uno de los suyos, el acampe de la etnia Qom en Buenos Aires, o la marcha de los docentes santacruceños. En todos estos casos los organismos filooficialistas hicieron un ruidoso silencio, cuando no se enfrentaron ferozmente con quienes reclamaban. Sólo las Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora, y alejadas del oficialismo, mostraron la misma actitud que fue su ejemplo durante los años de plomo. Que la cercanía al gobierno haya terminado por brindarles cargos públicos para sus amigos y familiares, o les haya abierto la puerta para llevar adelante negocios salpicados por la corrupción, son solo consecuencia de haber perdido el rumbo para el que se habían constituido originalmente. Lo que realmente duele, es que desde algunos sectores no se acepte que la historia es de todos, y que se apropien sin ninguna vergüenza de cosas de todos para justificar acciones del todo injustificables. Usar las cuestiones de Estado como propaganda partidaria, lo único que consigue es subalternizar esas cuestiones y hacer que de a poco, la sociedad vaya perdiendo el respeto de personas e instituciones que debieran estar por encima de las luchas electorales. Nada es gratuito.Sigo creyendo en la utopía de que los gobernantes tiene que trabajar pensando en los libros de historia del próximo siglo y no en los titulares del diario de mañana. ¿ Será mucho?

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